Salimos de Split por la mañana, camino a Dubrovnik. Tardamos en llegar, por carretera sin peaje, 3h30'. Las vistas durante el camino son geniales. Vamos por una carretera de costa con playas paradisíacas.
Nosotros teníamos muchas ganas de llegar a Dubrovnik y no paramos, pero si vais con tiempo, no dudéis en parar un rato en estas playas, cualquiera de ellas, porque son de lo mejor que hemos visto en todo Croacia.
Para llegar, debemos cruzar frontera con Bosnia, y recorrer dicho país durante unos 15', hasta volver a entrar en Croacia. Para todos aquellos que estéis pensando en alquilar un coche y leáis que no es posible pisar terreno bosnio, no os preocupéis. Este paso es obligatorio, y son sólo 15' y nadie dice nada. En el control de la frontera, tanto al entrar como al salir, os ocurrirán dos cosas:
1.- Os mirarán el pasaporte con desgana, es decir, sin ni siquiera comprobar que sois vosotros.
2.- Lo mirarán detenidamente y harán alguna gracia sobre vuestro nombre, foto o corte de pelo.
Es bastante apasionante el ir por la carretera y ver carteles de lugares que nos suenan tanto por razones un tanto tristes: Mostar, Sarajevo...
Estos carteles fueron los culpables de que más tarde decidiéramos que queríamos, sí o sí, adentrarnos un poco más en territorio bosnio. Pero eso lo dejamos para el siguiente post.
En este día 5 estábamos llegando a Dubrovnik, donde nos topamos con la primera y única tormenta de nuestro viaje. Decididos que íbamos a difrutar de la playa, el tiempo prefirió que nos lo tomásemos con calma...
Dejamos el coche en nuestro hotel Apartments Nina @ Anita (35€). Encontrar aparcamiento en la zona es complicado, ya que sólo tienen dos plazas para reservar, y aunque habíamos reservado...
En 15' andando llegas al centro de Dubrovnik y muy cerca hay un Lidl, gasolinera y el puerto.
La habitación muy confortable. Armarios enormes, cama grande y eso sí, baño a compartir con varias habitaciones. El hotel tiene una terraza, ideal para charlar de noche o desayunar por la mañana, cocina a compartir, y su dueña es muy amable aunque no habla nada prácticamente de inglés.
Después de visitar el centro histórico (en 1hora se ve entero), similar a otras ciudades de Croacia, pero
bastante más grande, y observar lo bien que se había recuperado de la guerra que sufrieron y el encanto que mantiene a pesar de estar plagado de tiendas y restaurantes, quisimos ver alguna de sus playas, aunque el tiempo no era el idóneo.
Para ello volvimos a coger el coche y nos dirigimos hacia la playa de Copacabana. Es fácil de encontrar siguiendo los carteles. Hay que aparacar en una zona de hoteles y andar por un camino de piedras, entre la montaña, que parece que no lleva a ninguna parte, pero sí, nos deja en una playa mitad arena mitad cemento, con un bar con comidas y bebidas, y un agua bastante cristalina. Por suerte, aunque el tiempo no acompañaba, pudimos disfrutar de un momento de relax impagable.
De vuelta al centro histórico, donde no se puede entrar con coche aunque sí aparcar cerca, pagando, volvimos a recorrer sus callejuleas, distribuidas a varias alturas, plagadas de turistas, con una iluminación exquisita y mucha tranquilidad, a pesar del turisteo. Su pequeño puerto, el del centro histórico, es tambien un lugar recomendable para sentarse a charlar o tomar algo.
A pesar de ser más caro que otras ciudades, (pizza + spaguettis + bebidas = 20€ en Restaurante Baracuda, sus precios no son desorbitados, aunque aquí el precio estándar de 7Kn el helado no se respeta y pasa a costar 10Kn; pero merece la pena, porque hay heladerías donde te sirven el helado dandote todo un espectáulo...lo descubriréis vosotros mismos...
Por la noche, en la zona más concurrida del centro, tambien encontraréis musica en directo. Un trío haciendo versiones, muchas en español, ameniza no sólo a las terrazas de alrededor, sino tambien a todos los turistas sentados en los monumentos que quieren escucharles y disfrutar de la noche.
Tras esto, volvimos andando al hotel despidiéndonos de un lugar tan sorprendente, y con ganas de que amaneciera para conocer la última parada de nuestro viaje.
Nosotros teníamos muchas ganas de llegar a Dubrovnik y no paramos, pero si vais con tiempo, no dudéis en parar un rato en estas playas, cualquiera de ellas, porque son de lo mejor que hemos visto en todo Croacia.
Para llegar, debemos cruzar frontera con Bosnia, y recorrer dicho país durante unos 15', hasta volver a entrar en Croacia. Para todos aquellos que estéis pensando en alquilar un coche y leáis que no es posible pisar terreno bosnio, no os preocupéis. Este paso es obligatorio, y son sólo 15' y nadie dice nada. En el control de la frontera, tanto al entrar como al salir, os ocurrirán dos cosas:
1.- Os mirarán el pasaporte con desgana, es decir, sin ni siquiera comprobar que sois vosotros.
2.- Lo mirarán detenidamente y harán alguna gracia sobre vuestro nombre, foto o corte de pelo.
Es bastante apasionante el ir por la carretera y ver carteles de lugares que nos suenan tanto por razones un tanto tristes: Mostar, Sarajevo...
Estos carteles fueron los culpables de que más tarde decidiéramos que queríamos, sí o sí, adentrarnos un poco más en territorio bosnio. Pero eso lo dejamos para el siguiente post.
En este día 5 estábamos llegando a Dubrovnik, donde nos topamos con la primera y única tormenta de nuestro viaje. Decididos que íbamos a difrutar de la playa, el tiempo prefirió que nos lo tomásemos con calma...
Dejamos el coche en nuestro hotel Apartments Nina @ Anita (35€). Encontrar aparcamiento en la zona es complicado, ya que sólo tienen dos plazas para reservar, y aunque habíamos reservado...
En 15' andando llegas al centro de Dubrovnik y muy cerca hay un Lidl, gasolinera y el puerto.
La habitación muy confortable. Armarios enormes, cama grande y eso sí, baño a compartir con varias habitaciones. El hotel tiene una terraza, ideal para charlar de noche o desayunar por la mañana, cocina a compartir, y su dueña es muy amable aunque no habla nada prácticamente de inglés.
Después de visitar el centro histórico (en 1hora se ve entero), similar a otras ciudades de Croacia, pero
bastante más grande, y observar lo bien que se había recuperado de la guerra que sufrieron y el encanto que mantiene a pesar de estar plagado de tiendas y restaurantes, quisimos ver alguna de sus playas, aunque el tiempo no era el idóneo.
Para ello volvimos a coger el coche y nos dirigimos hacia la playa de Copacabana. Es fácil de encontrar siguiendo los carteles. Hay que aparacar en una zona de hoteles y andar por un camino de piedras, entre la montaña, que parece que no lleva a ninguna parte, pero sí, nos deja en una playa mitad arena mitad cemento, con un bar con comidas y bebidas, y un agua bastante cristalina. Por suerte, aunque el tiempo no acompañaba, pudimos disfrutar de un momento de relax impagable.
De vuelta al centro histórico, donde no se puede entrar con coche aunque sí aparcar cerca, pagando, volvimos a recorrer sus callejuleas, distribuidas a varias alturas, plagadas de turistas, con una iluminación exquisita y mucha tranquilidad, a pesar del turisteo. Su pequeño puerto, el del centro histórico, es tambien un lugar recomendable para sentarse a charlar o tomar algo.
A pesar de ser más caro que otras ciudades, (pizza + spaguettis + bebidas = 20€ en Restaurante Baracuda, sus precios no son desorbitados, aunque aquí el precio estándar de 7Kn el helado no se respeta y pasa a costar 10Kn; pero merece la pena, porque hay heladerías donde te sirven el helado dandote todo un espectáulo...lo descubriréis vosotros mismos...
Por la noche, en la zona más concurrida del centro, tambien encontraréis musica en directo. Un trío haciendo versiones, muchas en español, ameniza no sólo a las terrazas de alrededor, sino tambien a todos los turistas sentados en los monumentos que quieren escucharles y disfrutar de la noche.
Tras esto, volvimos andando al hotel despidiéndonos de un lugar tan sorprendente, y con ganas de que amaneciera para conocer la última parada de nuestro viaje.
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